sábado, agosto 19, 2006

EL PROBLEMA

El lunes 22 de julio de 1968 por la mañana, un grupo de alumnos de las vocacionales 2 y 5 del Instituto Politécnico Nacional, establecidas frente a la Plaza de la Ciudadela, cruzan Bucareli y dirigen sus pasos a las calles de Lucerna y Versalles en la Colonia Juárez, van con la idea concreta de agredir a los alumnos y al edificio de la preparatoria particular Isaac Ochoterena, para cobrar agravios pasados. Todas estas escuelas, curiosamente, se encuentran cercanas a Secretaría de Gobernación, dentro del perímetro del primer cuadro de la Ciudad. El choque, que es algo común entre estudiantes de diferentes planteles, se produce, en el desarrollo del pleito se saquean lógicamente algunos comercios cercanos y el resultado final después de la refriega es de algunos muchachos golpeados, además de varios autos destrozados que se encuentran estacionados en las calles donde se produce la riña, pues lógicamente el pleito se da con piedras, botellas, palos y una que otra cadena o varilla, y todo esto en algún momento, inevitablemente, choca con los vehículos, dirigiéndose principalmente contra los parabrisas.


Después de este primer encuentro, en que lo que menos importa es sí hay vencedores o vencidos, los alumnos de las vocacionales del Politécnico amenazan con regresar al día siguiente para secuestrar a profesores y alumnos de la preparatoria y principalmente al director Profesor Manuel Rosas, con quien tienen cuentas pendientes, pues este tuvo la osadía de levantar una denuncia en contra los estudiantes de las vocacionales ante las autoridades del I.P.N. por la frecuencia inmisericorde con que se daban ya este tipo de choques y agresiones.


Pasadas cuarenta y ocho horas los alumnos politécnicos se reúnen en la Ciudadela, según declaran después, con el único y pacifico fin de ir nuevamente a apedrear a la preparatoria Ochoterena, pero la policía en esta ocasión ha sido alertada, así que se desplaza al lugar y desde momentos antes mantiene una fuerza de granaderos en las calles cercanas a las escuelas; de pronto e intempestivamente se produce el enfrentamiento de los estudiantes con los granaderos.


En las dos versiones que se manejan posteriormente a lo sucedido, los estudiantes afirman que los granaderos son quienes los han agredido inicialmente y estos a su vez afirman que son los jóvenes quienes han empezado la refriega. Lo único cierto es que el enfrentamiento se produce, y las principales armas usadas ahora son piedras, gases lacrimógenos, culatas, varillas y toletes. Los granaderos toman ventaja casi desde el inicio, principalmente por sus niveles de organización y aun cuando los grupos estudiantiles aglutinan un número mayor de gente, finalmente son repelidos. Ante la dureza del ataque, los alumnos de las vocacionales cuando sienten perdida la situación, emprenden la carrera de huida y de una forma lógica se dirigen rápidamente a refugiarse a uno de sus planteles esperando parapetarse ahí, siendo perseguidos muy de cerca por los granaderos. Los jóvenes entran en desbandada a los patios y en cuanto se encuentran en el interior de la escuela, al sentir la cercanía de las fuerzas del orden, inmediatamente buscan cubrirse entrando intempestivamente a los salones de clases, los que se encuentran ocupados en ese momento por maestros y alumnos, pues aun son horarios de labores. Los policías en su afán persecutorio y que van con el solo ánimo de cumplir con su deber, entran corriendo al plantel tras ellos, cruzan rápidamente los patios, suben escaleras y se introducen finalmente también en las aulas. Ya dentro de ellas, sin distinción y en forma por demás democrática, aunque un poquillo brutal, reparten culatazos y garrotazos a diestra y siniestra, y como lógicamente no hay tiempo para pedir identificaciones para saber cuales son unos y cuales son otros, la justicia se da por igual a maestros, alumnos y rijosos, sin marcar desde luego distinciones entre hombres y mujeres.


Esta situación provoca que el C.P.T. Antonio L. Ross, Director de la vocacional que ha sido momentáneamente ocupada por la fuerza pública, inmediatamente acuse a los policías de haber llegado al extremo, golpeado incluso a jovencitas que nada tenían que ver con el problema. Finalmente anuncia que provisionalmente serán suspendidas las clases hasta el viernes para evitar más problemas y nuevos enfrentamientos.


A su vez el Ingeniero Alberto Camberos López, Director de la otra vocacional, da a conocer que en los enfrentamientos no ha participado ningún alumno de su plantel pues todos ellos son jóvenes responsables y respetuosos, también hace saber que se enteró que los miembros de dos bandas conocidas como “los araños” y “los ciudadelos” atacaron el día 22 otra escuela de la zona y pide que intervenga la autoridad para controlar a estos dos grupos de vándalos, pues además de que en ocasiones se atreven a lanzar botellas y piedras contra su escuela desde la calle de Tolsá, son quienes roban y hostigan a los estudiantes. Es necesario resaltar que los vecinos de esa zona, afirman que ambas bandas, tanto la de “los araños” como la de “los ciudadelos”, están conformadas por jóvenes que entran y salen de las dos vocacionales antes mencionadas, y que también ellos son constantemente agredidos y asaltados por estos grupos.


El General Luis Cueto Ramírez, jefe de la Policía Metropolitana, en tanto, emite también de forma inmediata un boletín de prensa, en el que niega que los granaderos hayan agredido a ningún estudiante y mucho menos, que se haya usado gas lacrimógeno en contra de los muchachos.


Listo. Todo esta arreglado por ambas partes, no hubo estudiantes, no hubo granaderos, no hubo agresión en ningún sentido, luego entonces no hubo golpes, ni piedrazos, ni culatazos, ni gases, ni coches fastidiados, ni negocios saqueados, o sea que no hubo ni existió problema de ninguna especie, salvo lo de “los araños” y lo de “los ciudadelos”. Pero..... el alumnado de las vocacionales profundamente lastimado, principalmente en su ego, hacen el anuncio que “Protestaran por el abuso de autoridad de los granaderos”.


Esta situación provocada por un pleito entre estudiantes, aparentemente nimia y que en principio no tiene el más ligero tinte político, va a ser la chispa que encenderá el movimiento más peligroso con que se enfrentará el Gobierno Mexicano en los últimos años.


El viernes 26 de julio, una columna formada principalmente con estudiantes de las vocacionales del Instituto Politécnico Nacional, y contando con la debida autorización gubernamental, parte en manifestación de protesta de la Plaza de la Ciudadela rumbo al Monumento de la Revolución, ahí hacen un alto y queman algunos monigotes, acompañados de algunas arengas, prosiguiendo a continuación su marcha con rumbo al Casco de Santo Tomas, lugar donde se ubican algunas de las escuelas superiores del mismo Instituto. La manifestación de protesta contra la brutalidad policíaca ha transcurrido en completa calma hasta ese momento y aparentemente la columna se disuelve al llegar a su destino. Sin embargo algunos provocadores y descontentos, invitan a los que todavía se encuentran ahí reunidos, para reiniciar la marcha ahora con rumbo al Zócalo donde se encontraran y reunirán con los grupos de universitarios, que aparentemente también se manifiestan contra la forma de actuar de la Policía metropolitana, así que sin pensarlo mucho, salen nuevamente a la calle. En las cercanías secuestran prontamente algunos camiones urbanos que les sirven de transporte y se trasladan prontamente hacia ese punto.


Ese mismo día, en otro rumbo de la ciudad, se efectúa otra marcha organizada por estudiantes universitarios y gente de filiación comunista, y sin el permiso oficial correspondiente sale del Salto del Agua con dirección al Zócalo para conmemorar un aniversario más del asalto al Cuartel Moncada por las fuerzas rebeldes de Fidel Castro en Cuba. Esta manifestación y los grupos que vienen del Poli llegan casi simultáneamente a la Plaza de la Constitución, iniciando de inmediato un mitin conjunto.


La fuerza policíaca que estaba a la expectativa y en espera, rodeando la zona cerca y cierra todos los accesos al Zócalo, exceptuando la calle de Madero, el plan es que por esta arteria sean canalizados los grupos manifestantes con rumbo a la Avenida Juárez en el momento en que se haga el desalojo. Los granaderos inician su avance desde diferentes puntos, la muchedumbre se repliega al verlos venir y la situación de embudo funciona. Cuando los manifestantes avanzan a la carrera por las últimas calles de Madero, se detienen súbitamente, voltean y se produce el enfrentamiento con la policía. Los cristales de algunos comercios que no han sido prevenidos, son rotos, lo que se aprovecha por los manifestantes para que de paso sean saqueados. La persecución por parte de las fuerzas policíacas continúa, pero los desalojados se reagrupan nuevamente sobre la Avenida Juárez, justo frente al Hemiciclo al Benemerito, cuando se dan cuenta que la persecución ha cesado, los granaderos se han detenido frente al Palacio de Bellas Artes. Al estar reunidos se dan tiempo de soltar discursos en contra de los yanquis y a favor del Gobierno Cubano, pero aprovechando además, para rearmarse con una gran cantidad de piedras que levantan en los jardines de la Alameda, esperando ya, otra vez, la intervención de los granaderos, estos se acercan al mando de sus comandantes Mendiolea Cerecero y Estrada Ojeda.


De pronto y otra vez de manera totalmente inocente, al tenerlos enfrente, los manifestantes les empiezan a apedrear, los uniformados a su vez, y por alguna razón inexplicable, responden cruelmente a la agresión y es tal la respuesta que dan, que es llamada después nuevamente brutalidad policíaca. Pero con esta acción logran disolver la manifestación. Y otra vez el saldo trágico: chichones, golpes, cabezas rotas, autos destrozados y una joyería, la joyería del Hotel Bamer, saqueada. Todo esto ocurre alrededor de las dieciocho horas.


Por la noche, cuando aparentemente ya todo esta en calma y controlado, hay otra llamada de emergencia para la policía. Los grupos de manifestantes que aparentemente habían sido disueltos por la tarde, se han vuelto a reagrupar, nuevamente en el Zócalo, dedicándose de inmediato a secuestrar autobuses e incluso un tranvía. La incitación para esta reunión es un rumor que ha empezado a correr fuertemente entre ellos, se habla de dos estudiantes probablemente muertos o desaparecidos durante la refriega de la tarde. Este hecho que jamás será confirmado por ninguna de las partes involucradas y rápidamente olvidado, da pie para iniciar la etapa de las grandes mentiras, y que será aprovechado al principio por algunos de los líderes estudiantiles y posteriormente por todo tipo de gente, en ambos bandos.


Los granaderos reaparecen para hacer frente a este nuevo brote de violencia y es tal la dureza del enfrentamiento que los estudiantes se repliegan al alguna vez llamado Barrio Universitario, parapetándose principalmente en los edificios de las Preparatorias 1, 2 y 3, bloqueando toda la zona comprendida en cuatro calles a la redonda con autobuses, los que son volcados en las esquinas y algunos incendiados, esto después de sacarles el combustible y aprovecharlo en dos sentidos: la quema y para elaborar bombas molotov.


La Dirección de Transito proporciona algunas grúas, que son utilizadas para retirar y recuperar algunos de los vehículos secuestrados y quemados; los estudiantes a su vez raptan a tres ambulantes de la Cruz Roja, para que les ayuden médicamente con sus lastimados y en el transcurso de la misma noche los liberan. El punto más fuerte de resistencia y donde están reunidos el mayor número de inconformes es el edificio de la Preparatoria 3, los granaderos intentan dos asaltos, pero en ambos casos son rechazados. El Director del plantel interviene y se logra una tregua, consiguiendo que los granaderos se retiren hasta fuera del perímetro de las cuatro cuadras de dominio estudiantil y con esto aparentemente la calma retorna a la zona. Algunos estudiantes aprovechan la tregua y salen de los edificios ocupados e incluso se retiran a sus casas, pero los que quedan dentro, empiezan ahora a solicitar ayuda a los alumnos de otras escuelas por vía telefónica. El vecindario en tanto ha contemplado todo desde sus azoteas, aunque también ha sufrido las consecuencias de lo sucedido, pues no es posible entrar o salir de la zona de lucha sin riesgo de ser agredido o detenido.


El sábado amanece y los problemas continúan, los estudiantes de las vocacionales 2 y 5 del Poli se solidarizan con los de las tres preparatorias de la UNAM e inician en las calles la recolección de fondos para apoyar el movimiento, deteniendo, además, autobuses para sacarles la gasolina y preparar bombas molotov. En tanto, la situación en los planteles universitarios del centro continúa igual, los granaderos desde el viernes han solicitado permiso para usar bombas de gases lacrimógenos y conseguir el desalojo, pero este se ha negado principalmente para no afectar al vecindario.


Unidas ya las fuerzas de las preparatorias y vocacionales, se organizan asambleas en cada plantel y se ofrecen apoyo mutuo para enfrentar juntos la represión policíaca, buscando además, que las escuelas profesionales de ambas instituciones también les apoyen y se adhieran al movimiento. Hasta este momento, en el otro bando, el gubernamental, han intervenido incluso los bomberos usando sus mangueras de presión para tratar de disolver a los grupos disidentes en las calles. La situación continua igual el domingo y hay ya alrededor de cincuenta detenidos, de los cuales no todos son estudiantes pero si participantes en los hechos, aunque otros desgraciadamente, son detenidos solo porque pasaban por ahí. La masa estudiantil que a cada momento es mayor, amenaza abiertamente con organizar una manifestación para el lunes 29, en la que si es necesario se llegara al choque total con la policía, y aparecen por primera vez, tres puntos que inicialmente conforman un pliego petitorio, dándole al Gobierno setenta y dos horas para que se de una respuesta.


El lunes 29, amanece como cualquier otro día normal de trabajo, la ciudad ha estado enterada de la situación pero sin darle demasiada importancia, la gente común contempla todo como una algarada más de los estudiantes que puede ser controlada una vez más por las fuerzas policíacas, representadas principalmente por los granaderos. Durante el fin de semana en la zona conflictiva se han presentado varios momentos de tregua, gracias a las intervenciones de los directores de las escuelas involucradas, pero estos finalmente se declaran impotentes para controlar a los preparatorianos, que insisten en que el Gobierno antes que nada, les cumpla sus tres peticiones básicas compuestas de la destitución de los jefes policíacos, la desaparición del cuerpo de granaderos y la indemnización a los heridos, todo lo cual en ningún momento es contemplado y mucho menos comentado por las autoridades de la ciudad, provocando que la lucha se mantenga.


La aparente normalidad en los planteles de estudios superiores de las dos instituciones, con la consecuente asistencia a clases en todos los alumnos, facilita las cosas para los disidentes, pues ya en cada una de estas escuelas, se revisa y comenta la situación. Mientras tanto los granaderos persisten en su intento de tomar el Barrio Universitario, teniendo como objetivo principal el desalojo de los edificios preparatorianos, fracasando en cada nuevo esfuerzo que efectúan. Las vocacionales de la Ciudadela organizan sus propios grupos combativos en su zona de influencia, obligando a que la policía también responda ahí la agresión. Al estar cercados los dos principales focos de agitación y el hecho de no ponerse de acuerdo aun en las otras escuelas donde se debate el asunto, frustra la realización de la manifestación anunciada para este día.


Por la tarde de ese día, finalmente se anuncia por el alumnado, que todas las escuelas del Politécnico apoyan el movimiento y se van al paro indefinido; mientras tanto en las escuelas universitarias continúan las discusiones, aunque muchos simpatizantes, alumnos de las mismas, se dirigen ya a auxiliar a los sitiados en las escuelas preparatorias.


Al llegar la noche, la situación vuelve a tornarse crítica. Los granaderos tienen la consigna de tomar y desalojar el edificio ubicado sobre la calle de San Ildefonso, que es hasta ese momento el albergue principal del movimiento. Los universitarios apoyados por algunos alumnos del Politécnico resisten estoicamente los embates de la fuerza policíaca, y para poder controlar mejor los accesos a su zona de dominio, los muchachos vuelven a iniciar en las bocacalles, la quema de algunos de los vehículos que mantienen secuestrados.


Cerca de la medianoche los granaderos reciben la orden de replegarse fuera de las barricadas estudiantiles, en pocos minutos esta orden es cumplida. Los grupos de jóvenes que ocupan el interior se sienten descansados y hasta orgullosos, pues parece que una vez más, lograron resistir y rechazar a los agresores. La zona empieza a quedar silenciosa, pero es un silencio que se convierte en algo expectante, dentro de la escuela empieza a circular un comentario que se inicia primero como un rumor que llega de fuera, el cual poco a poco va subiendo de tono, hasta que finalmente es confirmado por los muchachos que llegan corriendo desde las calles más alejadas, la expectación y la inquietud crecen. El rumor ha dejado de ser tal. Hasta que de pronto se escucha el grito abierto:


-¡VIENE EL EJERCITO!
-¡VIENEN LOS SOLDADOS!

1 Comments:

Blogger Efímera said...

¿Y que paso,que paso? ¡¡andeeeeeeeeeeeeeee!! sigale escribiendo que no me puedo quedar asi.

Por cierto, fue una sorpresa encontrar este blog por aca, me dio mucho gusto leerlo, siga asi, nada mas que ... mmm... si esta narración la pusiera en capitulos llamaria mas la atención (es que ver tanta letra junta asi nada mas al primer vistaso asusta eh).

7:01 p.m.  

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